Hacia la séptima generación de izquierda

Individualismo, redes sociales y acción política

La acción política en nuestros días, a todos los niveles, y pese a las nuevas teorías sobre la misma desarrolladas desde ámbitos académicos postmodernos (sobre activismo "post-nacional", sobre redes de "contrapoder" y demás grupos ideológicos cuya falsa conciencia no puede ocultar el poso antirrevolucionario y antisocialista de los mismos), sigue basándose en la acción disciplinada y conjunta de grupos de sujetos que, con un fín común, deben no obstante acomodarse a las situaciones concretas históricas, políticas y sociales en que vivan, contando en estas situaciones la propia de la organización a la que pertenecen. No puede jamás estar en un mismo periodo o fase de lucha y activismo político una organización de un puñado de miembros que otra de varias decenas de miles. Y sin embargo, ambas deben pensar colectivamente, es decir, en sentido socialista, para poder conservar su eutaxia como organizaciones.

El activismo político decimonónico basado en tener panfletos escritos en papel ha pasado ya a un segundo plano. Es la televisión, y su extensión más dinámica, Internet, el foco de propaganda y activismo más rápido y eficaz que tenemos hoy en día. Lo que no salga en Internet no existe, tanto si hablamos de la web del Partido Comunista Chino como de un blog personal de un disidente político solitario en cualquier sociedad política en la que no cuaje (si sabe manejar el lenguaje de los blogs con agilidad, siempre tendrá lectores fieles, y podrá aumentar el número de sus visitantes). Así empezó, no lo olvidemos, Izquierda Hispánica, como un mero blog, allá por 2006. Hoy día, es una asociación legal de varios miembros activos en diversas zonas de España y otras naciones hispanoamericanas. Y obviamente no queremos quedarnos ahí.

Pero es inevitable, y con ello hacemos una crítica al individualismo metodológico aplicado a la acción política, que la ideología dominante de una sociedad política afecte, debido a la dialéctica de clases -entre otras dialécticas-, también a los miembros de una organización política pretendidamente revolucionaria. Y no ya en sentido de ir a la contra el Orden Establecido ideológicamente, sino también en la propia práctica diaria de sus miembros. Las redes sociales como Facebook, Tuenti, Twitter o Ning, entre otras, son meras herramientas que, usadas con lucidez, pero también sometidos a una disciplina consistente de una organización seria, puede servir a los militantes de una organización política, sea esta mayoritaria o minoritaria, de ágil propagación de su mensaje ideológico. Pero sin esa férrea disciplina de corte, para decirlo sin ambages, bolchevique, jamás se usarán esas redes sociales como hay que hacerlo. En su lugar, los miembros dispersos de una organización pequeña, motivados en su falsa conciencia de una aureola de singularidad para ofrecer sus mensajes que les aleja tanto del núcleo duro ideológico de la organización como organizativo, vomitan filosofemas que llenan su ego mundano sin además pedir cuentas a la organización. A la larga, esto lleva a la separación ideológica y activista entre la organización y los miembros que lanzan sus soflamas en las redes sociales.

Pero no es culpa en exclusiva de estos individuos, sino sobre todo de la propia inactividad de la organización o de la falta de medios, lo que lleva a la dispersión. Una dispersión favorecida por la falsa conciencia creada, bajo el amparo de la democracia de mercado pletórico, en estas redes, que ofrece una falsa igualdad entre los mensajes emitidos en las redes sociales por el núcleo duro y los de los miembros despistados, los cuales están lejos de rectificar si no hay una llamada a la cordura por parte de la organización a esos sujetos, cuya reacción dependerá, en buena medida, de las condiciones sociales en que se encuentren y de si su ego es capaz de soportar una necesaria crítica que les avisa de su desviación progresiva propia del individualismo político liberal contemporáneo, enemigo invisible pero eficaz de las organizaciones políticas revolucionarias, sobre todo en sus iniciales fases de desarrollo.

Esto no conlleva una crítica al activismo político en las redes sociales, necesario en los tiempos que corren y que ha visto su eficacia en eventos políticos de primera magnitud, como por ejemplo las manifestaciones en España con motivo del atentado terrorista del 11 de marzo de 2004, o las rebeliones "verdes" en Irán frente al poder omnímodo de la teocracia chiíta de Alí Jamenei. Lo que se critica es la falta de cohesión organizativa de muchos grupos políticos a la hora de desarrollar sus actividades en las redes sociales de Internet, incapaz de hacer frente al fomentado individualismo egocéntrico que cada sujeto puede desarrollar en estas redes llevado por un falaz autoengañamiento de consignas, de fines y de medios.

Está claro que toda organización que busca la eutaxia en el tiempo tiene sus idas y venidas, sus cesiones de espacio para ganar tiempo (y de tiempo para ganar espacio). Pero también está claro que todo sujeto pretendidamente revolucionario que forme parte de una organización política inspirada en el materialismo filosófico carece de la virtud ética de la fortaleza, y por tanto también de firmeza y de generosidad, cuando demuestra ser incapaz de colaborar al máximo de sus posibilidades con la organización al haber sido seducido cual Narciso por la apariencia de locuacidad que sus mensajes, aplaudidos por sus amigos (los cuales son amigos y no camaradas) en las redes sociales, alcanzan en estos medios. Este tipo de comportamientos son antirrevolucionarios, antisocialistas y antiuniversalistas. Por ello, frente al individualismo político, Izquierda Hispánica reivindica el universalismo socialista revolucionario, la solidaridad entre todos los miembros de la organización frente a la ideología liberal-individualista dominante en nuestros días y la disciplina política sin cesiones, de graves consecuencias, a la vulgaridad política e ideológica reinante, la cual puede arrastrar a uno al fango, pero no puede arrastrar a todos a él, si se tienen claras las pautas a seguir en la acción política según la etapa en la que nos encontremos. En definitiva: redes sociales sí, individualismo político no.

Salud, Revolución, Hispanidad y Socialismo.