Hacia la séptima generación de izquierda

 
La crítica sociopolítica como modo de conformismo

 

En épocas de crisis sociales y económicas como la actual, afloran por doquier innumerables analistas y críticos, “intelectuales” que conscientes o no, suministran el narcótico necesario a unos votantes que sintiéndose “críticos” siguen sosteniendo el sistema hegemónico vigente. Podríamos decir que cada sociedad política produce sus propios críticos y sus correspondientes críticas narcóticas.

Algunos de estos “críticos intelectuales” a través de la prensa escrita, la radio, la televisión u otros medios de comunicación, cumplen la función del sofista. Impostores que, en la mayoría de los casos, sirven soterradamente de manera directa o indirecta a los partidos políticos que gobiernan o pueden conquistar el poder. Curiosamente, estos “intelectuales” se creen estar al margen de cualquier ideología o sistema de ideas, son demasiado “independientes”. Su individualismo interesado les permite no casarse con nadie y a su vez practicar la poligamia o poliandría con cualquier medio de comunicación, eso sí, secuencial, ya que es una táctica que reporta más rentabilidad económica.
 
“No me caso con nadie”, dicen muchos de estos artistas de la crítica social y política. Triste argumento, ya que buena parte de ellos escriben en los periódicos que más venden del país o transmiten sus grandes hallazgos a través de otros medios de comunicación de masas. Estos críticos, citarán a Nietzsche o a Voltaire, o a algún autor de moda para hacer más creíbles sus argumentos o para sentirse situados en los límites de la gran crítica. Sin duda, se sienten satisfechos.
 
Por otro lado, el receptor de los mensajes (lector, radioyente, televidente), es decir, el ciudadano-votante, para estar a esa “altura intelectual” conversará con conocidos, amigos y no tan amigos, sobre los temas suministrados. Su pereza crítica se verá correspondida con el gusto “fabiano” de la tertulia agradable en bares, restaurantes, etc. Siempre en los cómodos divanes de nuestro gran opiáceo: el Estado de Bienestar.
 
No nos olvidamos de otro tipo de críticos: los que critican a los críticos. Estos, sin duda, se sitúan en general al margen de los  medios convencionales, siempre al acecho ante un nuevo suceso o noticia de índole social o política, nacional o internacional. No suelen estar en primera línea de batalla, pero eso no es óbice para que se crean estar más allá de toda crítica, incluso liberados de cualquier tipo de prejuicio o sistema ideológico. Incluso su actividad crítica puede resultarle más “pura” porque no cobra, ya que lo hace por amor al arte o por obra del impulso revolucionario, en el mejor de los casos.
 
Sin duda, sería de hipócritas pensar que el que escribe estas líneas está absuelto de todo lo anteriormente escrito. Todos, más o menos críticos, caemos en la tentación de creernos demasiado críticos y revolucionarios, cuando es la inercial contumacia la que nos lleva al conformismo y a la comodidad. Ya Lenin, en su día, lanzó grandes y furibundas invectivas a los críticos burgueses, a los críticos marxistas, a los “héroes de la frase revolucionaria”, y principalmente a los revolucionarios de su propio partido y, en suma, a sí mismo.
 
Es necesaria la crítica, la autocrítica, pero también, hay que ir más allá de la crítica. Se pueden hacer muchas cosas, no sólo escribir. Pensar que es el “intelectual” el único que puede ayudar a cambiar las cosas es un grave error. El revolucionario, como decía Trotsky, puede ser más o menos inteligente, estar más o menos preparado o ser más o menos mediocre, pero lo que importa es el sacrificio y la entrega, cada uno como pueda y hasta donde pueda.
 
Las democracias homologadas del presente, principalmente las socialdemocracias, han conseguido inculcar en las personas que sólo se puede cambiar la situación actual a través del voto (el votante decide) cuando realmente todo es el resultado de un proceso aleatorio. Pero bueno, ya sabemos que el votante elige, pero también es “elegido”.
 
No olvidemos que el conformismo, aun cuando lleve el disfraz de rebelde o revolucionario, es una nueva forma de pesimismo, por no decir de nihilismo.
 
Salud, Revolución, Hispanidad y Socialismo.