Hacia la séptima generación de izquierda

España utilizada

 

En este artículo analizaremos lo más detenidamente que nos es posible las razones que se vienen esgrimiendo para defender el español. Si antes dicha defensa tenía por objeto cubrirse de los duros mandobles de nuestra arrogante periferia, ahora la cosa se recrudece, pues a la lista de peligros para la lengua española se añaden (como era de esperar, más tarde o más temprano…) ambiciosos proyectos de unificación lingüística en la zona europea. Claro está, dicha unificación se planea en francés, alemán e inglés. Hasta ahora sólo se habían atrevido a arremeter contra el Román paladino desde posiciones "igualitaristas", o relativistas, es decir, nuestros sibilinos secesionistas siempre han procurado no excederse en sus posturas, tratando de dar la imagen de represaliados débiles y desconsolados que lo único que piden es, por favor, un poquito de justicia…"No som ni mijors ni pijors, som diferents". Pero siempre se puede caer más bajo, nuestros vecinos del norte insisten en recordárnoslo, llevándonos a marchas forzadas a la aniquilación de nuestras riquezas patrias, entre las que se encuentra nuestro idioma. Y digo más bajo porque la situación en la que nos deja tal iniciativa es la de bárbaros incivilizados que acaban de conocer la escritura, al menos claro, comparados con naciones mucho más proclives a la erudición y al estudio, que nosotros, toscos amantes del flamenco y el toreo.

Pero todos estos desprecios y sinsabores no pueden manifestarse abiertamente (hay que guardar las formas con los pactos y consensos de la Segunda Guerra Mundial, tampoco es hora de despertar viejos fantasmas). El comandante debe saber ser cuidadoso con sus soldados en tiempo de paz, sobre todo con la primera línea, aquellos que van marcados, cual ingenuo bovino, como carne de cañón. Es necesario justificarse con otras razones, más "democráticas", para no despertar el recelo de los pueblos subordinados. Por esto se exponen argumentos de tipo utilitarista, recurriendo a la grosera cantidad, a la indiferenciación cualitativa y demás sofismas de la misma vitola. Y aquí es donde caen los elegidos para la amarga tarea de defender la lengua patria. Para ejemplificar el asunto, seguiremos el hilo del artículo del camarada David Balaguer centrándonos en las razones expuestas por el mismo Vidal Quadras (http://www.lavozlibre.com/noticias/ampliar/3680/alejo-vidal-quadras-%28p\\ p%29-el-catalan-solo-sera-oficial-en-europa-si-entra-andorra) . Este no niega la posibilidad de que Cataluña entable relaciones en Europa con su lengua vernácula, si Andorra entra en la UE…Es decir, el uso de un idioma u otro obedece simplemente a razones logísticas, de utilidad. El problema está en que metidos en el contexto de unos Estados que tienen la labor de procurar la máxima felicidad al mayor número de individuos, es lógico, por una parte, que se utilicen en el dintorno (en las relaciones institucionales, comerciales…etc) de la Unión las lenguas que permiten el acceso a mayor cantidad de productos. Pero por otra parte, también es lógico que en su contorno (el ámbito de la cultura que cada uno disfruta de manera privada) las culturas milenarias puedan comunicarse en el idioma que a ellos más les satisfaga, el suyo «de toda la vida», con el que pueden expresar con mayor vehemencia y lucidez sus emociones más íntimas.

Entonces la situación que tenemos es la siguiente: unos gnósticos exclusivos ("Sólo se puede pensar en Alemán", decía Heidegger) -excluyen el español, el italiano, el griego, el portugués…son Francia, Alemania e Inglaterra las naciones cuyo papel en la historia está escrito en el principio de los tiempos-, y unos gnósticos asertivos -las naciones étnicas obligadas a la humildad, pidiendo los mendrugos de los más fuertes-, jugando, todos ellos, a ver que lengua tiene más hablantes, cual menos, apañando fronteras y conteos. Puede parecer contradictorio que entrados de lleno en la unificación, sigan proliferando los culturalismos, comités de las regiones…etc. Pero no lo es porque este gnosticismo exclusivo no es disyuntivo al asertivo, puede haber tolerancia hacia las lenguas inferiores (igual que el aristócrata tolera las rudas formas de sus lacayos), siempre y cuando no se mezclen con las superiores (viene al caso otra vez Heidegger, que intentó limpiar el alemán de suciedades latinas).

Esta situación es posible gracias a que no se pone sobre la mesa ningún criterio objetivo para clasificar las lenguas, quizá no ingenuamente. Lo que nos vienen exponiendo es que los idiomas nos caen del cielo y son expresión espontánea de la conciencia de un pueblo, así puede alegarse tanto la superioridad por europeidad, o la igualdad por mismidad (es decir, este idioma es el que nos sirve porque es el nuestro). Y unos y otros entre sí pueden encontrar puntos de encuentro en su camino hacia la felicidad (que pasa por la destrucción de una Nación política de pleno derecho: España).

Nosotros proponemos que los idiomas más desarrollados son los que han gozado en su historia de una plataforma imperial sobre la que extenderse. Por tanto el español es un idioma tan válido como cualquier otro y por lo tanto debe conservarse. Pues existe universalmente gracias a un imperio que facilitó los desplazamientos de población dentro de un territorio vasto y una mayor densidad de relaciones de todo tipo: comerciales, burocráticas, de parentesco, religiosas, de paretesco ... etc.


Así pues el español es valioso y debe defenderse frente a estos otros, inglés, francés, alemán o catalán. Pero no porque nos lo diga nuestro corazón (aunque también a nosotros nos lo diga porque hemos tenido infancia y tenemos sentimientos) ni porque sea más útil y lo entienda más gente (aunque también) sino porque es la consecuencia de un imperio y porque aun hoy, caído éste, facilita que un bloque de la humanidad pueda formar lazos de solidaridad entre sí para ser fuerte, dueño de su territorio y defenderse de la rapiña de otros bloques poderosos.

Al final regresamos a la dialéctica de los Imperios, pues la única manera de salir de este atolladero lingüístico es formar un bloque hispánico que haga frente a la depredación europea y anule de un plumazo las mitologías culturalistas de nuestra periferia, que tan gratas les son a nuestros vecinos del norte. Es necesario que España vuelva a mirar hacia América para deleitarse con su grandeza y olvidar de una vez el rostro afable de nuestros secuestradores.

Fragmento de "España defendida", de Francisco de Quevedo y Villegas

Dos cosas tenemos que llorar los españoles: la una, lo que de nuestras cosas no se ha escrito; y lo otro, que hasta ahora lo que se ha escrito ha sido tan malo. Que viven contentas en su olvido las cosas a que no se han atrevido nuestras cronistas...

Dices que somos de felices ingenios, pero que aprendemos infelizmente. ¿En qué hallas la infelicidad?, porque en las obras no, que eso, y a fe, lo hemos probado. Solo debe de ser en que, siendo escritas para enseñarte a ti y a otros herejes la verdad de la fe, no consiguen su efecto. Y esa más es infelicidad tuya que de los que aprenden. Si es por aprender tarde, es error y locura y imposible, porque eso contradices con hacernos felices de ingenio. Si eso es porque no aprendemos cosas serias y de veras, toca eso a voso-tros, cuyo principal cuidado en las universidades está en la pronunciación y ortografía en cuestiones de nombre, y cuando más glorioso llega a ser un Duza y un Scalígero es para mirar si Plauto dijo oro por precor, mudar una letra, alterar una voz, despedazar a Luzilio, Petronio, Plauto y Catulo; el uno y el otro hacer que se desconozcan a sí mismos Tibulo, Propercio, Manilio, Ausonio [...] y otros que, si ahora resucitaran, según estos críticos los despedazan, apuntan, declaran, notan y alteran, no se conocieran a sí mismos ni se bastaran a averiguar con sus obras. Y esta es toda vuestra loa, ciencia y dotrina; y con esto queréis llamar infelices los estudios de España, donde sólo se atiende a la Filosofía, Teología y Medicina, Cánones y Leyes, y noticia de lenguas, habiendo en cada esquina hombres doctísimos en ellas, sino que les parece cosa digna de desprecio vuestro modo de escribir [...]

Y hacéis espantosos volúmenes de tesoros críticos, y no ponéis en ellos de vergöenza al italiano Roberto Tizio, que os puso a todos ceniza, que así pisó la cresta al Vilio Maro o al vil Escalígero que, sin respuesta, soberbio, dio voces y, respondido, calló humilde y acobardado. Esto llamo yo aprender infelizmente, Gerardo, que no aprender las ciencias.

Los medio doctos dices que nos llamamos doctos, y no sé yo que se llame ninguno, que no somos los españoles como vosotros, que llamáis "incomparable varón· a Josefo Scalígero, habiendo otros muchos herejes y gramáticos y desvergonzados como él; Sol galie a Turnebo. ¿Qué títulos hay de nuestros libros reprehensibles por vanidad? ¿Qué elogios hemos hecho con desvanecimiento a nuestros autores, habiendo sido innumerables los que aun de vuestras bocas por su virtud los han tenido y merecido? Vosotros sois los que ponéis miedo con los títulos de los libros y con los epítetos: mira tú, Atlante Mayor, siendo un pobre remendón de Ortelio.

Añades: "Aman los españoles las mal fundadas cavilaciones de los sofistas". Todo lo dices al revés. ¨Por ventura en España halló aplauso vuestro Pedro de Ramos, perturbador de toda la Filosofía y apóstata de las letras? ¿Cuándo abrió en España nadie los labios contra la verdad de Aristóteles? ¿Turbó las academias de España Bernardo Tilesio, o halló cátedras como en Italia? ¿Tiene aquí secuaces la perdida ignorancia del infame hechicero y fabulador Teophrasto Paracelso, que se atrevió a la medicina de Hipócrates y Galeno, fundado en pullas y cuentos de viejas y en supersticiones aprendidas de mujercillas y p¡caros vagamundos? ¿Han manchado nuestro papel vuestros mágicos engañosos Avanos, Agripas y Tritemios, a quien veda la Inquisición, no porque se verdad lo que escriben, sino por que no desperdicien y mal logren el tiempo a los que los leyeren? ¿Cuál fue tan rematada locura que no hallase impresión entre vosotros? ¿Qué desechó España por falso y vil, que no hallase estima en vuestra superstición y precio en vuestros libreros? ¿Qué sagrado libro no manchó Melanton? ¿Qué ánimo no llevó tras sí la cavilosa adulación de Lutero? ¿Qué no creíste a Calvino? ¿En qué negastes crédito a Besa? Y siendo todos estos, no solo sofistas, sino enemigos públicos de la verdad, dices que seguimos a las mentiras de los sofistas, nosotros que nunca los oímos ni comunicamos con quien los oyese, observadores de la Escritura y de los primitivos padres griegos y sirios, de la filosofía de Aristóteles y de la Medicina de Hipocrates y Galeno, hombres a quien nadie que sea partícipe de razón dejará de llamar padres del saber, cuanto y más sofistas?

última calumnia en esta orden, es así: "Hablan en las universidades de mejor gana español que latín"...

[1.Quevedo se está dirigiendo a Gerardo MERCATOR, el gran geógrafo del siglo
XVI, el creador de los "atlas", a lo que se alude en el texto, por cierto.]


Salud, Revolución, Hispanidad y Socialismo