Hacia la séptima generación de izquierda

Banderas de nuestros padres

Llama la atención como los mismos defectos que parecen asolarnos en España saltan las fronteras y se diluyen por la hispanidad haciendo, como en una suerte de vasos comunicantes, curiosos viajes de ida y de vuelta. Se puede dar la vuelta del revés a muchos de los argumentos antihispánicos, y podemos ver las cosas desde otra perspectiva, cuando nos percatamos de que una de las características que nos unen es precisamente la interiorización de los mismos argumentos que ponen en duda el proceso constituyente de las naciones (repúblicas) hispanas. Y no solo referido a la mayor o menor fortuna con que se conceptúe el desarrollo histórico del imperio hispánico, sino que en su panfilismo, y sin percatarse de ello, en el mejor de los caso, ponen en duda la viabilidad de las sociedades que dicen defender por acogerse a presupuestos metafísicos e incoherentes a la hora de justificarse.
 
De viejo vienen los ataques a la hispanidad promocionados desde las potencias extranjeras, y también el propio problema interno de mantener un ortograma imperial generador, que llevaba al desgaste de la metrópoli al querer replicarse por todos sus territorios, ha generado no pocas controversias. Un excelente y profundo estudio de estas cuestiones ha sido realizado recientemente por el filósofo español Pedro Insua, titulado Hermes Católico, a disposición del público en la revista digital el Catoblepas.
 
En época más reciente se han configurado nuevas Ideas, que en conexión con las viejas polémicas sobre la hispanidad, vienen a vincularse con ellas, añadiendo nuevos elementos de análisis. Una de las más abrumadoras es la Idea de democracia, sobre todo en su versión metafísica y fundamentalista, quiero, para ejemplificarlo, resaltar un caso que se ha publicado en distintos medios estos días, y que ha quedado eclipsado por la abrumadora cascada de noticias del presente (la crisis, el mundial de fútbol, Israel, el vertido de petróleo en la Florida); pero no por ello, y visto desde la plataforma en la que nos movemos, menos importante de cara a diagnosticar los efectos perversos de estas concepciones.
 
La noticia, en concreto, ha sido que, en torno a los festejos del Bicentenario de la Revolución de Mayo, el legislador porteño Adrián Camps presentó un proyecto para modificar la bandera oficial de la Ciudad de Buenos Aires por considerar que representa "un símbolo pro-colonialista, integrada por emblemas del Imperio español", argumentando que:"Quienes vivimos en esta gran ciudad, cosmopolita y democrática, no nos merecemos tener una bandera que contiene símbolos autoritarios y monárquicos".
 
Los símbolos que se recogen en la ordenanza 49669, de 1995 en la que estableció la adopción de una bandera oficial para la Ciudad con un pabellón compuesto de un fondo blanco que reproduce en su centro la réplica del escudo que el 20 de octubre de 1580 fue adoptado por Juan de Garay.Ese escudo está integrado por un águila negra, la cruz de Calatrava y una corona como símbolo del reinado de Castilla y León y cuatro aguiluchos (aguiletas dice la noticia) que representan cuatro ciudades que debían fundarse.
 
Para Camps, sigue argumentando, "este símbolo de la Ciudad no refleja en absoluto los principios de democracia participativa y el rechazo a todo tipo de discriminación o menoscabo que contiene nuestra Constitución, ni el pensamiento de los habitantes porteños".
 
Según los fundamentos que versan en el proyecto, "hace 200 años, la Ciudad de Buenos Aires se levantó contra el poder colonial español y comenzó una lucha por la independencia que, bajo el mando del general José de San Martín superaría el ámbito geográfico del Virreinato del Río de la Plata para dar libertad a Chile y Perú"; "Buenos Aires es la \'hermana mayor\' de la independencia argentina y artífice de la independencia latinoamericana, y su bandera debe ser fiel reflejo de su lucha por la democracia y reflejar el pluralismo de la composición de su sociedad", insistió Camps.
Someramente creo que hay que replicar:
 -que olvida la declaración de la propia Academia de la historia de Argentina (que se adjunta) en la que establece como erróneo llamar colonias al periodo de la historia de dominio imperial, y el reconocimiento de que del proyecto del Imperio se derivó la independencia de la República Argentina, no por corrupción sino que por generación. La misma generación que supuso la fundación de la ciudad de Buenos Aires y, magníficamente, representada en su escudo, un águila, que simboliza el Imperio, alimentando a cuatro sus crías, que simbolizan otras tantas ciudades por fundar, siendo, no ya solo un símbolo de Buenos Aires, sino del proyecto hispánico, es decir replicar el Imperio por generación y no por depredación, porque otra cosa sería un Águila despellejando a un carpincho para alimentar únicamente a la metrópoli, pongamos por caso.
-olvida que el primer proyecto democrático para Hispanoamérica (no Latinoamérica) surgió en Cádiz en la reunión de los hispanos de ambos hemisferios.
-que el proyecto criollo liberal no pocas veces se hizo a costa del sometimiento a las clases populares e indígenas (en especial las persecuciones a indígenas y procesos de blanqueamiento, ambos fenómenos ocurrieron en Argentina).
-se contradice al abominar de la idea de Imperio, para reconocer a renglón seguido el proyecto expansivo que llevó a Argentina a dominar el Virreinato del Río de la Plata, bajo el mando del militar español San Martín condecorado como héroe en Bailén, con sus enfrentamientos con Uruguay, Brasil y Paraguay, así como, a exportar la emancipación de manera imperial hacia los Virreinatos de Chile y el Perú, hasta que se “econtraron” con otra formación imperial, con los mismo fundamentos pero de sentido opuesto, como fue el proyecto de la Gran Colombia de Bolívar.
-olvida que Argentina nació precisamente al superar la configuración federal de su territorio, es decir, ni respetó ni asumió principios democráticos para integrar y unificar su nación.
-que por la democracia y el respeto no se explica prácticamente nada de la historia de Argentina, ni de la ninguna otra nación.
-que vemos como son estos los mismos argumentos usados por los separatistas nacionalistas en España, es decir, que el Imperio hispánico impidió el desarrollo y el progreso de Argentina, País Vasco, Galicia o Chiapas, y que una vez eliminemos, por vía de la “memoria histórica”, el recuerdo de un pasado oscuro y tiránico, emanará a la luz por vía democrática el verdadero pluralismo regional, que expresado en sus lenguas vernáculas y sustentado en instituciones “pre-coloniales” ( tan caras a Eduardo Galeano, entre otros) como puedan ser los tribunales indígenas, los ritos solares celtas y la comunicación “pura” con la naturaleza llegaremos a la armonía y cohesión mutuas y, quizá, supervisadas por un juez universal (Garzón) valedor de los Derechos Humanos y de los Pueblos. Pero olvidan que para ello es preciso que trituremos a nuestras naciones y a las instituciones que la sustentan, cosa que parece no percatarse el legislador de Buenos Aires que tanto ama a su patria (en esto le llevan ventaja nuestros nacionalistas, llevan más tiempo en ello). Y todo para mayor gloria, y mejor deglución, que los Imperios realmente existentes tratan de conseguir a través de la “libertad” de los pueblos por vía democrática.
Vemos, pues, que no solo nos une la historia y las instituciones del presente, sino que muchos de nuestros fracasos y delirios, por desgracia, también nos acompañan por igual.
Salud, Revolución, Hispanidad y Socialismo.
Anexo:
DECLARACIÓN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA SOBRE LA DENOMINACIÓN DE COLONIAL A UN PERÍODO DE LA HISTORIA ARGENTINA.
 
“En la sesión de fecha 2 de octubre de 1948, la Academia Nacional de la Historia trató el siguiente proyecto del presidente de la Academia, doctor Ricardo Levene, sobre la denominación de colonial a un período de la Historia Argentina. 

Dice así el proyecto del doctor Levene, dictaminando en sentido favorable por los académicos integrantes de la Comisión Especial, señores Martin S. Noel, Arturo Capdevilla y Carlos Heras, y aprobado por la Academia: 

“La investigación histórica moderna ha puesto en evidencia los altos valores de la civilización española y su trasvasamiento en el Nuevo Mundo. 

Como un homenaje a la verdad histórica, corresponde establecer el verdadero alcance o denominación de colonial, a un período de nuestra Historia. 

Se llama comúnmente el período colonial de la Historia Argentina a la época de la dominación española dominación que es señorío o imperio que tiene sobbre un territorio el que ejerce la soberanía), aceptándose y transmitiéndose por hábito aquella calificación de colonial, forma de caracterizar una etapa de nuestra historia, durante la cual estos dominios no fueron colonias o factorías, propiamente dicho. 

Las Leyes de la Recopilación de Indias nunca hablaban de colonias, y en diversas prescripciones se establece expresamente que son Provincias, Reinos, Señoríos, Repúblicas o territorios de Islas y Tierra Firme incorporados a la Corona de Castilla y León, que no podían enajenarse. La primera de estas leyes es de 1519, dictada para la Isla Española, antes de cumplirse treinta años del Descubrimiento, y la de 1520, de carácter general, es para todas Islas e Indias descubiertas y por descubrir, (Recopilación de Leyes de Indias, Libro III, Título I Ley I). 

El principio de la incorporación de estas Provincias implicaba el de la igualdad legal entre Castilla e Indias, amplio concepto que abarca la jerarquía y dignidad de sus instituciones, por ejemplo, la igualdad de los Consejos de Castilla y de Indias, como el reconocimiento de iguales derechos a sus naturales y la potestad legislativa de las autoridades de Indias, que crearon el nuevo Derecho Indiano, imagen fiel de las necesidades territoriales. 

Pues que las Indias no eran colonias o factorías, sinó provincia, los Reyes se obligaron a mantenerlas unidas para su mayor perpetuidad y firmeza prohibiendo su enajenación y su virtud de los trabajos de descubridores y pobladores y sus descendientes, llamados “los beneméritos de Indias”, prometían y daban fe y palabra real de que para siempre jamás no serían enajenadas. 

Conforme a estos principios, unaLey de Indias mandaba que por justas causas conenía que en todas las capitulaciones que se hicieren para nuevos descubrimientos “se excuse esta palabra conquista y en su lugar se use de las de pacificación y población”, para que aquella palabra no se interprete contra la intención superior (Recopilación de las Leyes de Indias, Libro IV, Título I, Ley VI). 

Este aspecto legal debe distinguirse del de la realidad de proceso revolucionario de América que tuvo por fin la emancipación y la organización republicana, determinado por causas fundamentales que explican la formación orgánica y consciente de las nacionalidades libres del Nuevo Mundo. 

En atención a las procedentes consideraciones la Academia Nacional de la Historia de la Argentina, respetando la libertad de opinión y de ideas históricas, sugiere a los autores de obra, de investigación, de síntesis o de textos de Historia de América y de la Argentina, quieran excusar la expresión “período colonial” y sustituírla entre otras por la de “período de la dominación y civilización española”. 
Se desarrolló así la sesión: 

El Académico Sr. Amadeo dice que el período español o dominación española dejó de serlo, de facto el 25 de Mayo de 1810 y de jure el 9 de Julio de 1816. Esto para nosotros, pues para España sólo dejó de serlo cuando reconoció a la Argentina como nación libre e independiente. Como esta civilización no termina, sugiere que más acertado sería poner “Período de la dominación española” y suprimir “civilización”. 

El Académico Dr. Pueyrredón dice que sólo debía decirse “Período español”, suprimiéndose también el vocablo “dominación”. 

El Académico arquitecto Noel expresa que se adhería al proyecto del presidente. En sus trabajos trató de no emplear la palabra colonial por su vaguedad en el campo artístico. Ha venido sosteniendo la conveniencia de emplear los términos “ protovirreynal” y “virreynal”, aludiendo, respectivamente, al período que un historiador español denominó “de la conquista”, y al que generalmente se llama “colonial”. Abundan, además, las razones expuestas de orden histórico, artísticas que abonan en tal sentido, y que ha dejado expuestas en distintas oportunidades con arreglo a los períodos fundamentales e influencias históricas que aconsejan una clasificación más científica de nuestra evolución arquitectónica y artes plásticas. 

El Académico Dr. Ravignani comenzó manifestando que consideraba en principio que todas las clasificaciones son artificiales y que es de fuero mental de cada historiador establecer la denominación o clasificación de cada período. Que él, por su parte y como una posición personal, considera la expresión “época colonial” la correcta, y que la seguirá empleando sin perjuicio de respetar la libre opinión de cada uno. Pide al señor presidente quiera aclarar el alcance o contenido del proyecto. 

El Dr. Levene manifiesta que el proyecto sólo persigue una finalidad científica e histórica. La Academia siempre ha hecho manifestaciones de ese carácter, que sólo son expresión de ideas, puntos de vista y orientaciones generales para los estudiosos de América y para los autores de obras de investigación o didácticas, como los casos en que expresa que debe enseñarse principalmente la historia de la civilización, o historia documental y crítica, o enseñanza en los gabinetes con carácter práctico; o la revisión de los textos de Historia Americana y Argentina, respetando la libertad de opiniones. 

Dice que la palabra “colonia” no figura en las Leyes de Indias y que desde el año 1500 existe una ley que declaraba iguales a españoles e indios, no sólo a españoles europeos con españoles americanos. Observa que la labor de todos los historiadores contemporáneos está conforme en reconocer el significado jurídico de la dominación española, todo lo cual no impide afirmar, como se hace en el proyecto, que la Revolución tuvo por fin ya en 1810, la independencia y la organización republicana pues que España ha formado naciones libres. 

El Dr. Ravignani agregó algunas aclaraciones sobre el concepto de colonia, independiente de los textos legales recordados. A su juicio, el asunto es de tanta importancia que merecía se le dedicara una sesión especial, pues tendría muchas razones de índole legal y de práctica de gobierno a favor de su disconformidad con el cambio, pero con la aclaración hecha nada tiene que agregar. 
Expresa su adhesión al proyecto de l Académico Dr. Capdevila, quien recuerda que colonias eran las que tenían otras potencias, pero no España, que las consideró iguales a sí misma y dio a estas Indias todo lo que era y tenía espiritualmente. 

Por su parte el Académico Dr. Enrique Ruiz Guiñazú observó que los publicistas españoles, con alguna rara excepción, tampoco emplearon la palabra colonia, que se produjo recíen después de publicada la obra de Robertson, así como también que los colonizadores españoles reeditaban en Indias los apelativos Peninsulares de Nueva España, Castilla del Oro, Nueva Galicia, Nueva Andalucía, etc. 

El Académico Dr. Álvarez dijo que en el fondo había acuerdo general y que se trataba de dar con la denominación que fuera expresión de la verdad de estas dos corrientes históricas: la legal y la de la realidad misma, y que esa palabra era “período hispánico” de acuerdo con lo expuesto por el académico Dr. Pueyrredón, que proponía “período español”. 

El presidente de la Academia manifestó su conformidad a la variante de forma del Académico Dr. Álvarez, proposición que fue admitida y votada por los presentes quedando aprobado el proyecto del Dr. Ricardo Levene”. 

Ricardo Levene (Buenos Aires 1885-1959) “Las Indias No Eran Colonias” (1951)”