Hacia la séptima generación de izquierda

Rock y neofeudalismo

“Hace frío y estoy lejos de casa / Hace tiempo que estoy sentado sobre esta piedra / Yo me pregunto / ¿Para qué sirven las guerras?”, cantan Los Abuelos de la Nada en una de sus canciones más populares, “Mil horas”.
 
Estamos ante una pregunta muy común en la lírica popular, tapizada en llamados a la paz y críticas contra la guerra. El músico de rock y de pop encuentra una de sus vetas más ricas en el llamado a la paz y contra el armamentismo, sin perjuicio de que otros músicos, como el baladista, por ejemplo, también entonen sus cantos a la paz, como el José Luis Perales de “Dime / ¿Por qué la gente no sonríe? / ¿Por qué las armas en las manos? / ¿Por qué los hombres malheridos”.
 
Parece inconcebible que un músico se atreva con una reflexión acerca de la guerra que no la desestime del todo. Como en los combates bélicos muere gente (y mucha) lo esperado es que se le rechace de inmediato, como una peste, algo que habrá que erradicar de la faz de la tierra por el bien del “Género Humano”. La guerra es una alternativa apenas para “la derecha” o los fascistas, pero no se verá a un músico que trate de entenderla (las preguntas de Los Abuelos de la Nada y de Perales son solo retóricas), a menos que esté dispuesto a perder su clientela.
 
Veamos, por ejemplo, al músico inglés Thom Yorke. Al frente de la banda Radiohead ha grabado algunos de los discos más comentados del siglo XX y del XXI. Patricia Peñaloza, la crítica de rock del diario mexicano La Jornada, puso a Kid A, uno de los álbumes clave de la banda, como el más importante de la década, en una lista de 100. En el número 12, otra producción de la banda, Amnesiac; en el 15, una más, Hail to the thief. ¿Cómo olvidar un disco como OK computer, uno de los más importantes de la historia del rock?
 
Estamos ante un compositor y un cantante de gran influencia entre los jóvenes. Ahora, imagínelo el lector en uno de sus conciertos, sentado ante el piano, listo para cantar una de sus deprimentes (y exitosas) baladas. Sobre el piano, Yorke ha puesto la bandera del Tíbet. El buen Thom, como muchos otros músicos de rock, aboga por la “liberación del Tíbet”, intervenido por China desde los cincuentas. Luego, criticar a los chinos se ha vuelto una causa políticamente correcta en la cual pululan los roqueros, que presentan a los tibetanos como unas pobres víctimas.
 
Ahí está, por ejemplo, Healing the divide: a concert for peace and reconciliation (2007), la grabación de un concierto benéfico celebrado en 2003 a favor de una organización creada por el actor Richard Gere, conocido aliado del Tíbet. Al principio del concierto podemos escuchar a Gere, quien pronuncia unos entusiastas elogios para uno de sus invitados, el mismísimo Dalai Lama, que luego también hace comentarios que la audiencia celebra.
 
Obviamente, el concierto incluye los típicos cantos étnicos que supuestamente elevan el espíritu (más bien el espiritismo), aunque también participa el músico norteamericano Tom Waits, acompañada por Kronos Quartet.
 
Como se ve, la nómina del Dalai Lama y sus corifeos es impresionante: los interesados en denunciar la crueldad del gobierno chino tienen un gran poder de convocatoria. Del lado de China, el colonialismo y la opresión; con el Dalai Lama y sus monjes azafrán, la meditación, el nirvana y el perdón, el deseo de paz perpetua, el firme ¡no a la guerra!
 
Ahora, leamos un fragmento del Informe de la Oficina de Información del Consejo de Estado de la República Popular China de noviembre de 2001, titulado “Marcha del Tíbet hacia la modernización”, que puede leerse íntegramente en la revista en línea El Catoblepas:
 
El sistema de la servidumbre feudal del viejo Tíbet era aún más oscuro y atrasado que la Edad Media en Europa. Los tres tipos de señores propietarios –los gobernantes locales, aristócratas y monjes de alta categoría de los monasterios– que representaban apenas un 5 por ciento de la población tibetana, ocupaban todas las tierras cultivadas, los pastizales, los bosques, las montañas y los ríos, así como la mayoría de los ganados del Tíbet. Mientras tanto, los siervos y los esclavos, que eran el 95 por ciento de la población tibetana, no contaban con tierras cultivadas ni con otros medios de producción, no tenían libertad personal y se veían obligados a subordinarse a los señores propietarios para ganarse la vida, trabajando en sus latifundios o sirviéndoles como esclavos familiares generación tras generación. Eran víctimas de la triple explotación, que les imponían servicios obligatorios, impuestos y arriendos y préstamos con usura, y vivían al borde de la muerte”.
 
¿Debemos entender que tanto Yorke (en complicidad con sus cuatro compañeros de la banda), como Gere, Waits y Kronos Quartet, apoyan la independencia del Tíbet y por lo tanto su regreso al feudalismo? ¿Es compatible el rock “comprometido” con ese sistema de estrictas clases sociales? La explotación no es un accidente de las sociedades feudales, sino que es constitutiva de ellas. ¿Eso es lo que Yorke y sus colegas entienden por “liberen al Tíbet”? Liberarlo para que los señores feudales recuperen a sus criados. Se me dirá que la anterior es solo la versión oficial de China, como si fuera poca cosa; aunque ¿cómo no citar la versión China?, sobre todo cuando los aliados del Dalai son las estrellas más mediáticas y populares.
 

 

El rock, supuestamente crítico y con una postura política racional (al menos en la mente de sus adeptos incondicionales), aboga por el mantenimiento de privilegios y por una corriente de derecha. La canción del momento no es sino es otra apología del Síndrome de Pacifismo Fundamentalista.