Hacia la séptima generación de izquierda

La Guardia Civil y la Revolución

El pasado sábado 18 de septiembre se celebró en Madrid una manifestación de guardias civiles convocada por las asociaciones del cuerpo AUGC (Asociación Unificada de Guardias Civiles) y la UO (Unión de Oficiales). En ella reivindicaban una mejora de sus condiciones laborales y el cumplimiento de las leyes al respecto ya aprobadas por el Ejecutivo. La delegación del Gobierno en Madrid prohibió en un principio esta manifestación por entender que se trataba de un acto de presión sindical que los cuerpos militares, como lo es la Guardia Civil, tienen prohibido. Pero el Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha revocado esta prohibición sentando un precedente. Hubo además en junio una huelga encubierta, la llamada “huelga de los bolis caídos”, por la que los agentes se abstenían de poner multas.
 
  También ha sido noticia que los dirigentes de los sindicatos de clase UGT y CCOO, Méndez y Toxo, acudieron a la manifestación invitados por la AUGC y que allí fueron abucheados por los manifestantes al grito de “fuera, fuera” y “hasta ahora dónde estabais”.  
 
 Me parece que estos sucesos muestran con dramatismo la naturaleza del cuerpo armado así como su dialéctica con los instrumentos tradicionales de la lucha obrera: manifestaciones, huelgas y sindicatos.
 
   Porque se podría interpretar, desde presupuestos anarquistas, que un cuerpo policíaco o militar como la Guardia Civil es un órgano represor del Estado al servicio de la clase explotadora y del capital, para reprimir y mantener oprimidos a los explotados. Las preguntas consecuentes de tales planteamientos son desconcertantes: ¿Qué objeto tiene sumarse solidariamente a la reclamación de mejoras laborales de un cuerpo policiaco-militar que llegado el caso podría tener que actuar para disolver y aplastar los actos revolucionarios o simplemente de protesta de la clase trabajadora? ¿No son ellos uno de los principales instrumentos de mantenimiento de este sistema injusto?  
 
 Una manifestación de esta naturaleza y también una huelga serán interpretadas entonces como una farsa, como una perversión de la esencia de esos medios tradicionales de la lucha obrera. ¿Alguien se imagina a la pura CNT anarcosindicalista, por encima ella de liberados, subvenciones y partidos, participando en la manifestación de la Guardia Civil?    
 
 Y la pregunta para el Gobierno al que el cuerpo obedece no es menos inquietante: ¿Quiénes serían los encargados de disolver una protesta convertida en desorden si los manifestantes fueran los mismos militares y policías?   
 
 Pero una interpretación tan simple y con tanta retórica como poca sustancia está fuera de lugar. Por muchas razones. Ni policías ni guardias civiles son la jauría adiestrada por los cerdos tiranos de la Granja de Orwell, porque todos ellos, como decían sus representantes sindicales, son “antes ciudadanos que guardias civiles” y “trabajadores”. Pero también padres e hijos, esto es, miembros de familias y de círculos de amigos, y de barrios y de clubes de fútbol, y acaso también de peñas taurinas. Es decir, constituyen una parte de la sociedad civil que participa del Estado obedeciendo, pero que también podría desobedecer o desertar. O usar sus propias fuerzas contra él para transformarlo.  
 
 Ante la tesitura de tener que disparar, llegado el caso, contra una masa revolucionaria, los gendarmes no podrían comportarse como si fueran seres de otra especie contra sus conciudadanos, y por eso los poderes vigentes en esos momentos críticos recurren al engaño, al chantaje, a los sobornos, a las presiones, a la retención de los elementos dubitativos y al recurso a los cuerpos de élite sanguinarios. Ahí es donde veía Lenin la oportunidad de la revolución y una necesidad: el ganarse a la tropa, a los soldados, para que desierten y se unan a la masa obrera revolucionaria.    
 
 El cuerpo de la Guardia Civil fue fundado en 1844, una vez asentado ya el régimen liberal, con el fin de perseguir el contrabando y el bandolerismo, y de contener también las crecientes tensiones sociales ocasionadas por un régimen que había generado una burguesía propietaria de latifundios a costa de dejar a su suerte a una masa de la población cada vez más empobrecida y desamparada, desmantelando muchas de las instituciones de beneficencia del Antiguo Régimen y extinguiendo sus formas de propiedad comunal en pro de una concepción estrecha de la propiedad privada. Desde entonces, este cuerpo ha tenido un gran peso en la historia de España: participando en golpes de Estado como el del general Pavía e intentonas diversas, o en cambios de régimen como la instauración de la II República, pero también manteniéndose leal al Frente Popular en la Barcelona del 19 de julio de 1936, cuando los guardias civiles lucharon al lado de los obreros para impedir el triunfo de la sublevación en la ciudad, por citar solamente algunos hechos relevantes. Tras el estallido de la guerra, sin embargo, la República convirtió al cuerpo en Guardia Nacional Republicana. El régimen de Franco, no obstante, lo conservó y lo unificó con el Real Cuerpo de Carabineros de Costas y Fronteras.    
 
 Pero no sólo está el cuerpo de la Guardia Civil involucrado en la lucha de clases, sino también con otro aspecto de la naturaleza del Estado: la apropiación del territorio y la dialéctica de Estados a través de la capa cortical. Pues la Guardia Civil, sucesora de la Santa Hermandad, e inspirada en la Gendarmería francesa (fundada tras la Gran Revolución en 1791), ha sido desde su fundación un cuerpo nacional, implantado en todo el territorio español.
 
 Donde con más dramatismo se manifiesta esta naturaleza suya es en la lucha contra la banda terrorista ETA, agente siniestro del separatismo y el neofeudalismo vascos, que ha sometido a la Benemérita a un hostigamiento constante. En esta lucha la Guardia Civil ha demostrado ser un cuerpo eficacísimo e incluso heroico al servicio de la unidad de la patria , entendida por nosotros como la capa basal de Estado, esto es, el territorio y sus recursos de los que la población extrae sus fuentes de energía. Y también se manifiesta su naturaleza en el sur, en la disputada frontera marítima con Gibraltar, donde son constantes los incidentes con la Royal Navy, que extrema su celo hasta el punto de haber llegado a encañonar a los agentes españoles con metralletas, impidiendo a las lanchas de la Guardia Civil que penetren, durante el ejercicio de su funciones de persecución del contrabando y otras formas de delincuencia, en lo que Gibraltar reclama como sus aguas jurisdiccionales. Y esto a pesar de que la historia de Gibraltar ha consistido en el apropiamiento rapaz de tierras y costas de soberanía española más allá de lo fijado por el tratado de Utrecht, y a pesar también de pertenecer tanto España como el Reino Unido a la Unión Europea, mostrándose así también dramáticamente la verdadera naturaleza de su unidad: la que se da entre el depredador y la presa. 
 

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