Hacia la séptima generación de izquierda

Sobre la energía y la intervención estatal: energías renovables y política energética

 

Las energías renovables constituyen un tema de gran actualidad. Son cuantiosas las subvenciones que los gobiernos europeos destinan a las energias renovables. La razón principal esgrimida y que acompaña a estas inversiones suele ser la de una energia no dependiente del gas y petróleo y, por otro lado, una energía "limpia", respetuosa con el medio ambiente.

En 2008 los líderes de la Unión Europea adoptaron un amplio conjunto de medidas destinado a reducir el calentamiento global y a garantizar el suministro energético "fiable y suficiente". Acordaron reducir para 2020 las emisiones de gases de efecto invernadero en un 20% respecto a niveles de 1990 mediante un mayor recurso a las energías renovables y un menor consumo energético, con el objetivo de reducir la dependencia con respecto a las exportaciones de gas y petróleo.

La idea de ser respetuoso con el medio ambiente viene determinada por el tan anunciado cambio climático; de ahí la necesidad imperiosa de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que se producen al utilizar combustibles fósiles. Por contra, en especial la energía nuclear, es la gran perjudicada por la idea ecologista de ser respetuoso con el medio ambiente, pese a que la energía nuclear no genera gases de efecto invernadero. Lo cierto es que la Unión Europea da opción a los Estados miembros de que construyan centrales nucleares. El principal objetivo según la UE es la reducción de gases de efecto invernadero y considera a las nucleares una energía de baja emisión de carbono y de costes estables.

Las críticas a la energía nuclear se podría decir que vienen exclusivamente de los grupos políticos "verde-ecologistas", aunque formaciones políticas de otros signos pueden posicionarse a favor o en contra oportunistamente a este tipo de energía si les conviene electoralmente (recordemos el caso de Garoña en España).

Desde esta perspectíva, se puede pensar que la ingente cantidad de dinero que los países europeos invierten en energías renovables tiene por objetivo salvar al planeta de una evidente hecatombe ecológica, y que la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero estaría destinada a que el planeta no se transforme en un lugar inhabitable.

Pensar la causa ecológica como única razón de toda esta inversión en renovables es completamente grosero y, si acaso, nos atrevemos a decir que dicha razón posiblemente sea secundaria, si no insignificante, entre lo que estas grandes inversiones de los gobiernos buscan y persiguen. Es fácil deducir que los países de la UE son deficitarios en gas y en petróleo; salvo en lo que se refiere a Noruega, que no forma parte de la Unión, no hay reservas importantes de petróleo en Europa occidental. Reino Unido ya no mantiene los niveles de producción, cuyo descenso es una constante cada año.

En España, durante el año 2008, un 56% de la energía total consumida provino de productos petrolíferos. Cuenta como Estado con una producción nacional que representa menos del 0,2% del consumo nacional, por lo que importa casi el 100% del petróleo que el país consume. Dichas importaciones provienen en un 26,43% de Oriente Medio (Arabia Saudí, Irán, Irak), 35,25% de África (Argelia, Libia, Nigeria); 22,7% de Europa (Reino Unido, Rusia); y 14,02% de América (México, Venezuela).

Más del 50% del uso del petróleo se destina a los combustibles para vehículos particulares de los ciudadanos del denominado Primer Mundo. La intención de los gobiernos europeos es que en 20 años más del 50% de la energía consumida provenga de energías renovables, y que se proceda a la sustitución de vehículos de motor de combustión por motores eléctricos.

Como señalábamos anteriormente, los países europeos son deficitarios en petróleo y gas, por lo que entendemos estas razones económicas como causa principal para esa fuerte apuesta por las ER que sus gobiernos realizan. Es necesario dejar de depender en tal proporción de las importaciones de gas y de petróleo; se trata de un objetivo económico fundamental, y su enorme importancia hace que se tomen decisiones políticas relevantes, ya que las cuestiones económicas no son ajenas a la política, sino todo lo contrario. Las cuestiones económicas están subordinadas a la política, y hablar de una cuestión económica importante, que es la inversión en ER, es inevitablemente hablar de política. Es un asunto económico, ya que la energía y los combustibles constituyen una mercancía que se produce y se intercambia según la oferta y la demanda en el mercado capitalista, pero es imposible disociar la economía de la política, como decíamos, ya que los Estados implicados juegan un papel fundamental sobre las decisiones que se toman: subvenciones, planes energéticos, compra de crudo, etc.

Creemos que la razón ecológica, expuesta en muchos casos como la principal o una de las principales de la política energética, estaría subordinada a las cuestiones económico-políticas, y que podría ser utilizada para ocultar o suavizar las consecuencias que puedan causar la decisiones politicas importantes (realpolitik) de un Estado sobre los círculos de opinión internos y a nivel internacional (dialéctica de Estados).

El pensamiento ideológico fundamentado en la ecología está oscurecido por el "mito de la naturaleza" y, sin embargo, la cuestión del cambio climático se presenta como un problema con varias caras, difícil de analizar y cargado de oscurantismo y de mitos. El "mito de la naturaleza" encuentra en la "Naturaleza" el criterio más alto de sabiduría. Concibe a la misma como una entidad unitaria en sentido positivo (Madre Naturaleza) que envuelve a todas las cosas, que tiene fines propios e incluso es eterna (la physis de los presocráticos).

El "Mito de la Naturaleza" encuentra un buen aliado en el "fundamentalismo científico", que tiende a concebir la "Ciencia" en singular, como un sistema unificado y axiomático (Mathesis Universalis) que se erige como sistema canónico, no sólo para todas las ciencias, sino también para la religión o para los sistemas políticos o administrativos (política científica, policía científica). De este modo, el "fundamentalismo científico", provoca que las ciencias traspasen su ámbito categorial, presentándose como instituciones autofundamentadas y con capacidad de regir los designios de otras instituciones no-autofundamentadas (religiosas, políticas...), que en realidad se encuentran fuera del ámbito categorial de las ciencias.

Desde esta perspectiva, parece que a los países interesados en la reducción de emisiones les interesa este oscurantismo ecológico para esconder la verdadera causa de la misma, que no responde a otra cosa que a las exigencias eutáxicas (exigencias de organización) de cada Estado.

Como indicábamos antes, los países en donde se incentiva la inversión en energías renovables son deficitarios en petróleo y dependen del suministro de terceros, en muchas ocasiones hostiles a Occidente como los países árabes y otros miembros de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), los cuales suben los precios del crudo provocando grandes desajustes en las economías occidentales. La inversión en renovables responde a la necesidad de sacudirse la dependencia del petróleo y del gas y, por lo tanto, la dependencia comercial (política) de estos países hostiles. El discurso sobre el cambio climático no es más que una cortina de humo, y de ahí que se intente encandilar a otras potencias como China para que  reduzca las emisiones de CO2 o que se haga comulgar al pueblo occidental con la importancia de la utilización de energías limpias y renovables.

Si  se  lograse sustituir el petróleo utilizado para mover los vehículos mediante motores eléctricos, disminuiría casi en un 60% el consumo de crudo, por lo que su precio también descendería considerablemente, y con ello la dependencia que tienen los países deficitarios con respecto a los países productores, con los que tienen que negociar en un ejercicio diplomático en ocasiones muy complicado, haciendo concesiones que ponen en peligro en ocasiones la eutaxia de los primeros (benevolencia europea con los países árabes en el conflicto de Oriente Medio). Está claro que el hecho de que un país disponga de petróleo o gas en su territorio hace que su posición internacional sea muy distinta que si no los tuviese, y no importa si ese país es democrático, dictatorial o feudal.

Los gobiernos de los países dependientes de petróleo recurren al "mito de la naturaleza" con la excusa del cambio climático para impulsar sus políticas energéticas, desviando así la atención sobre la verdadera razón de las susodichas, que es preservar su independencia económica (política) frente a Estados productores, muchos de ellos emergentes en el plano internacional como futuras potencias. Desde nuestro punto de vista, la inversión en ER, teniendo en cuenta que "contaminar lo menos posible" es una cuestión objetiva de salud pública, es necesaria, pero no por razones ecológicas, sino por razones políticas, ya que si se consigue reducir el consumo de petróleo en un 50% ó 60% los Estados dependientes tendrán mucho más margen de maniobra ante las exigencias de los países productores.

La política económica energética es una cuestión en donde el Estado juega un papel fundamental. Es el Estado el que determina la política energética a seguir, aunque las leyes europeas tiendan a limitar la libertad de los Estados para legislar en esta materia. Esto último es debido sobre todo a la liberalización del mercado de la energía, que prometía a bombo y platillo una reducción de las tarifas y que, de momento, no ha llegado, encareciéndose incluso la factura de la luz.

Un Estado que busque una política energética racional no puede dejar al margen su "capa basal". Como capa basal entendemos el territorio (incluidos los recursos naturales) y la población, para diferenciarla de las otras 2 capas (conjuntiva y cortical) que forman el cuerpo de la sociedad política dentro de la teoría del Estado y las categorías políticas formulada por el Materialismo Filosófico de Gustavo Bueno. Para llevar a cabo una política energética racional que garantice el suministro y unos precios estables, el Estado tiene que hacer un amplio análisis sobre los recursos de su capa basal, que incluiría los recursos disponibles (uranio, carbón, petróleo, gas, etc) y también los costes y rentabilidad productiva que implica invertir en una energía u otra. Con esto queremos decir que, sin renunciar a la inversión en ER, no se puede provocar con estas inversiones el derrumbe de otras fuentes de energía que cuentan con una infraestructura de décadas y con una importante ocupación laboral, como son la industria del carbón o la energía nuclear cuando en realidad, a nuestro entender, de lo que se trata aquí es de frenar la dependencia del petróleo y del gas, que es el problema central que causa las grandes inversiones en ER.

La intervención del Estado en esta materia la creemos fundamental, considerando que la mera liberalización del sector no garantiza ni el suministro ni unos precios estables.