Hacia la séptima generación de izquierda

El sistema educativo español y los valores que se transmiten a los futuros "ciudadanos"

Cuando los jóvenes españoles cumplen los trece años lo normal es que estén en un aula de secundaria. En ese espacio deben convivir con otros niños de su edad y con sus educadores. Cuando llegan, lo habitual es que…
 
- No se les haya provocado para que lean, ni en casa ni en la escuela.
- No se les ha obligado a esforzarse para llevar a cabo la tarea más importante que deben desarrollar, la de ponerse ante sus libros para estudiar o para llevar a cabo las tareas que sean.
- No se les ha inculcado que ese trabajo tiene que ser una constante cotidiana que les haga acercarse por primera vez a la elaboración de tareas bien hechas (la necesaria disciplina que para la inmensa mayoría de niños es indispensable ya que no hacen las cosas por genialidad y solo las pueden llevar a cabo mediante las herramientas que deben construirse: disciplina, espíritu de trabajo, valoración de las tareas bien hechas…).
 
Los niños españoles pasan cuatro o más años en los IES con estas carencias de principio, lo que les llevará a una falta de aprovechamiento generalizada. En los Institutos recibirán más enseñanzas pero desde luego que no las mínimas necesarias para afrontar la vida futura. Si en Primaria se les hubiera preparado para que tuvieran esas herramientas mínimas de aprovechamiento, las muchas horas de clase en los IES podrían tener fruto, pero, lamentablemente, no es así. Lo normal es que el profesor tenga que cambiar su tarea por la tarea policial, pues debe utilizar la mayor parte del tiempo para mantener el orden en el aula. Un aula en la que lo corriente es que haya un porcentaje de niños que no quieren hacer nada más que jugar, de manera que arrastran a lo mismo a todos los que pueden, haciendo imposible el trabajo del profesor. En los Institutos españoles los profesores no pueden desarrollar el trabajo para el que están llamados por definición. Y, así, el rendimiento es bajísimo respecto de lo que debiera ser (un dato aproximado podría calcularse dadas las evaluaciones y comparaciones que se hacen con otros sistemas educativos mundiales, pero tal cálculo no se lleva a cabo dado que nuestra Administración, pese a no poder acallar tales datos, tampoco los airea ni los considera para llevar a cabo la importantísima reforma que lleve a solucionar esta debacle).
 
¿Quiénes han sido los artífices de este desastre? ¿Quiénes estaban a la cabeza de la Administración pública cuando se decidió llevar a cabo el cambio que ha provocado este profundo desastre? Con un dato que tengamos en cuenta creo que es suficiente para contestar ambas preguntas: si buscamos en Wikipedia Alfredo Pérez Rubalcaba, leemos lo siguiente: «Con la llegada al Gobierno del PSOE en 1982, Rubalcaba asumió distintos cargos relacionados con la universidad y la educación. De hecho, en 1988 fue nombrado Secretario de Estado de Educación, y entre 1992 y 1993 fue nombrado ministro de Educación y Ciencia». Este es el quid de la cuestión, la Logse (Ley Orgánica General del Sistema Educativo) es la ley con la que todo este desastre se desató y fue publicada el 3 de octubre de 1990. Rubalcaba fue el esbirro que llevó a cabo esta reforma que trajo el desastre que tenemos hoy en día.
 
La educación moral en la España actual
 
Lo más relevante en esta reforma fue la interesada transformación de la educación moral. Por ello, la preocupación máxima de los «padres» de la Logse y de los dirigentes de la Administración fue trasmitir, educar, en los valores que deberían dirigir los comportamientos de la sociedad actual. El profesor de turno debe trasmitir a sus alumnos la serie de valores que son los primordiales para vivir en democracia. De manera que, cuando los alumnos alcancen una mayoría de edad, puedan dar su voto al partido que consideren debe gobernar. Estos valores son: la tolerancia, la solidaridad, la democracia… estos tres son los que más se nombran (en los años anteriores como objetivos trasversales y ahora como valores de nuestra sociedad que los jóvenes deben adoptar durante su periodo educacional). Otros valores menos acentuados son los que tienen que ver con el sentimiento de ser europeos, con la generosidad, la amistad, las relaciones sexuales seguras (hetero- u homo-, en esto incide mucho nuestra actual Administración), etc., etc.
 
Los valores que observan los estudiantes españoles
 
1- Los valores en la educación Primaria
 
La mala educación en valores comienza ya en el periodo preescolar, durante varios años se les inculca a los infantes sobre todo el concepto de compartir, lo importante es compartir, para que todos puedan jugar. Nunca se les habla de generosidad que sería el auténtico valor, el que deberían conocer, pero ello parece ser poco beneficioso para el interés educacional de la nueva ciudadanía a construir, la cual deberá estar preparada para vivir en la sociedad democrática española. La generosidad debería ser el valor a fomentar pues es uno de los valores más importantes pues tiene una relación directa con la ética. (Gustavo Bueno señala en coordenadas del filósofo Benito Espinosa: «De este modo, la definición de Ética comprende propiamente las tres virtudes cardinales reconocidas en la tradición. La fortaleza es virtud ética desde Platón, y la prudencia y la templanza se ordenan muy bien a la firmeza; mientras que la justicia tiene clara correspondencia con la generosidad, en tanto que ambas implican la alteridad. Espinosa, en su Ética, simplificó las cuatro virtudes cardinales de la tradición griega (que había ya pasado a la doctrina cristiana), y las redujo a las tres de referencia: fortaleza, firmeza y generosidad)». Gustavo Bueno señala, desde estas coordenadas espinosistas que la ética tiene que ver con la defensa de la vida, que la fortaleza es la defensa de nuestra propia vida y la generosidad es la que se relaciona con la posibilidad de procurar o defender la vida de los demás. Por ello vemos como la ética se devalúa en beneficio de una moral determinada, la que los gobernantes actuales españoles quieren que se trasmita mediante el aparato educativo a los futuros ciudadanos.
 
2- Los principales valores a observar en la educación Secundaria
 
2.1- Democracia
 
Cuando los niños estudian Primaria y más tarde Secundaria comienzan a ser instruidos en lo qué es la democracia. Pero los educadores tienen una idea de democracia sesgada, ideológica, la cual deben trasmitir a los alumnos igual que los periodistas la trasmiten casi a gritos en los medios de comunicación. La idea de democracia es un constructo con solo apariencia de claridad. Si atendemos al intento clarificador y sistematizador del materialismo filosófico, deberemos señalar el concepto de democracia como un embrión de concepto o un preconcepto, pues no brilla por su claridad y distinción, que son modos de que éstos se den de manera que no tendrían dificultades para ser comprendido por todos. Lo importante para la Administración es que todos voten al partido del gobierno o al de la oposición, que atiendan al teatro que llevan a cabo de manera que consigan una mayoría de votos que les hagan mantenerse/llegar al poder político. Pero la democracia no es eso, la democracia, señala Gustavo Bueno, podría ser definida por todo el que haya votado ya que puede dar una descripción técnica de la misma: la democracia es un procedimiento por el cual cada cuatro años se dan elecciones, en las que los participantes ejercen su derecho al voto, mediante el cual saldrán elegidos los representantes políticos de todos los españoles. El materialismo filosófico señala esta definición de democracia como la técnica democrática. Las dificultades surgen cuando atendemos no a este sentido técnico sino a la democracia como problema, como idea, que se relaciona con otras ideas, con otros problemas, éste es el nivel ideológico, o en palabras de Bueno, el nivel nematológico. En la descripción nematológica de la democracia topamos con la idea de libertad. En periodos de elecciones observamos que eslóganes publicitarios nos muestran mensajes como «¡Tú decides!», con él, provocan una suerte de «ilusión» democrática que se traduce en la falsedad de que el elector mediante el gesto de colocar su voto en la urna «pone» a un candidato u otro. Pero tal cuestión es una falacia pues lo que ocurre es que si hay dos decenas de millón de votantes entonces la intervención de uno de ellos es aleatoria con respecto del resto. El votante individual no decide nada, decide la suma de todos los votos. Lo clarificador es saber esto: que cada uno de los votantes no elige, que lo que ocurre es que se vota y que de esa forma surge la democracia pues es democrático el procedimiento. Para Gustavo Bueno la esencia de la democracia actual es la sociedad de mercado, que él mismo denomina como mercado pletórico: «Es evidente que el mercado pletórico está vinculado a la revolución industrial. Es un mercado que tiende, en virtud de su estructura expansiva, a hacerse planetario, tanto en lo que respecta a la adquisición de recursos y materias primas por parte de los fabricantes, como en lo que respecta a la creación de un público creciente de usuarios y consumidores potenciales de los bienes ofertados. Está sometido, por tanto, a leyes de distribución y de producción muy rigurosas (entre ellas las leyes darwinianas), y en virtud de las cuales sólo una parte (¿mil millones?, ¿mil quinientos millones?) de los seis mil millones que constituyen hoy el “Género humano” puede considerarse integrada en los circuitos más vivos de este mercado pletórico y globalizado, atendiendo a criterios especiales (es el totum planetario lo que se globaliza, pero no la totaliter)». Gustavo Bueno continúa su análisis crítico haciéndonos ver como se articulan el mercado pletórico y la democracia en el seno del «Estado de bienestar». Este último será la razón de ser por la cual los dos anteriores continúan vigentes y se desarrollan por todo el planeta. La participación de los ciudadanos en el mercado pletórico está garantizada por el Estado de bienestar, de tal forma que se consolida, en más y más lugares, la forma de la democracia denominada por Bueno «de los consumidores ».
 
2.2- Solidaridad
 
La solidaridad es otro de los valores estrella. El término es nombrado hasta la saciedad en todos los rincones del planeta. La cuestión es que los educadores tienen una idea de solidaridad sin fundamento pues la falta de claridad y distinción del concepto –como ya hemos dicho que ocurría más arriba con el concepto de democracia- hace que no sepan en muchas casos de que están hablando y caigan en constantes contradicciones: no se puede ser solidario y punto, pues ello implica querer ayudar o colaborar con cualesquiera, sean justos o ladrones, sean buenas gentes o violadores, ciudadanos de primera o delincuentes… y ello no puede ser así. Para saber hasta qué punto uno puede ser solidario o no, hay que saber cómo surge esta problemática idea. El concepto actual de solidaridad nace a principios del siglo XIX y con él se trataba de devaluar al concepto de fraternidad. Este concepto, tan cercano al de igualdad, no era muy del agrado de los que arrebataron el poder político a los herederos del Antiguo Régimen. La fraternidad en esa época había cumplido una función revolucionaria que debía dejarse de lado. Había unido a los desiguales, burgueses y campesinos frente a los nobles. La fraternidad une, como es obvio, a los hermanos, nunca iguales entre sí: unos son más pequeños y necesitan la ayuda del mayor, otros son más débiles y necesitan del fuerte, u otros, menos afortunados económicamente, pedirán respaldo al más rico. Guardando las distancias con lo doméstico, así eran los ciudadanos franceses de finales del XVIII, desiguales, unos burgueses y otros desheredados pero tenían que unirse, y por eso se acuñó como término revolucionario, junto a libertad e igualdad, el vocablo fraternidad. Pero, una vez que se alcanzó el poder, todos no podían gobernar.
 
Una vez desenmascarada la solidaridad nos queda expresar cómo se entiende por la ciudadanía esta camaleónica virtud de nuestro mundo globalizado. La solidaridad, hoy día, tiene múltiples significados, pues cada ciudadano la entiende desde unos parámetros éticos que ya tiene consolidados. Así, algunos entienden la solidaridad como aquellas otras virtudes sociales, como la caridad, que son tan poco nombradas, por haber sido eliminadas del acervo. La caridad es esa virtud teologal que traducía el término ágape de los griegos, mucho más adaptado al dogma que el amor platónico. Otros utilizan solidaridad, sin saber a qué se refieren, y sólo entienden el concepto cuando en su cabeza traducen directamente el vocablo por generosidad, o lo traducen por justicia. Cuando algunos hablan de solidaridad la traducen también, interna e instantáneamente, por fraternidad… «Apreciamos un cierto pudor en el misionero, en el bombero, o en el miembro de cualquier ONG, cuando utiliza el término solidaridad, en lugar de hablar de caridad, de com-pasión (sim-patía) o de generosidad, cuando trata de describir la línea de actuación. ‘Actúo por solidaridad’ corresponde a una conceptuación más neutra que la que expresa en la frase: Actúo por generosidad’, o ‘actúo por caridad’ o ‘actúo por patriotismo’. Y, sin embargo, lo cierto es que esa neutralidad es sólo aparente, porque quien utiliza el término neutral lo está haciendo siempre desde algún marco ideológico….»
 
2.3- Tolerancia
 
La tolerancia también ocupa el elenco de los valores democráticos por antonomasia, y quizá sea el valor menos entendido por todos sean enseñantes o ciudadanos cualesquiera, más complicado será por lo mismo que los futuros ciudadanos –la cursiva es en el caso de este término, siempre irónica, dada la actual importancia ideológica de este concepto que por muy trillado que ya esté lo que se ha conseguido es su mayor confusión-. A los alumnos se les señala la necesidad de que sean tolerantes, cuando es imposible que lo sean. ¿Cómo podemos clarificar este tremendo problema? En principio deberíamos saber el origen y el significado del concepto y de la idea filosófica, para ello podemos acudir al texto de Gustavo Bueno El sentido de la vida , en el que señala la tolerancia como una virtud no democrática sino aristocrática pues es propia de quien posee el dominio sobre otras personas, a las que puede tolerar en su ignorancia o su impotencia, por ser inferiores a él. De manera que la idea de tolerancia que se trasmite en los IES y a través de los medios de comunicación de masas es una idea nada clara además de vacía de contenido pues los ciudadanos no saben cómo aplicar la herramienta ética tan importante para su vida de consumo pacífico. Como señala José Manuel Rodríguez Pardo, la tolerancia tenía sentido, por ejemplo, cuando funcionaba en la «hoy día idealizada Al Andalus: los islámicos, que eran los dominadores de ese territorio, toleraban a cristianos y a judíos, en tanto que los consideraban infieles y por lo tanto inferiores, rebajándolos a ciudadanos de segunda (incluso los judíos eran esclavos en muchos casos). La España cristiana de Fernando III el Santo era tolerante con los judíos y cristianos: como bien se encarga de señalar el propio Gustavo Bueno en su libro España no es un mito: los cristianos prohibieron el culto a los judíos y musulmanes, si es que querían equipararse en derechos a los primeros. Si no, eran convertidos en ciudadanos de segunda. La intolerancia practicada por unos y otros no significa sin más totalitarismo, sino intención de llevar las propias creencias a otros que son considerados ciegos y que por lo tanto han de ser convertidos ».
 
Estos pocos valores analizados, quizá sean los más relevantes en nuestro actual sistema de educación, por ello son los que trasmiten en los centros educativos -además de que son dados también a toda la población por los medios de comunicación- su transmisión está generando el efecto esperado por los administradores públicos españoles; unos gobernantes que cumplen su cometido en un sistema interconectado y dominado por el imperialismo depredador estadounidense, el cual lleva hacia dos formas de globalización: una globalización política que se apoya en la democracia y en el ideario ético de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y una gobalización económica que tiene como marco un mercado (pletórico) en el que todos los seres humanos estarán inmersos pese a que muchos de ellos no podrán acceder a sus excelencias y sus beneficios.
 
3- La propuesta de Izquierda Hispánica
 
Desde Izquierda Hispánica denunciamos el «moldeamiento moral» de los ciudadanos, el cual se lleva a cabo encomendándolo a determinados funcionarios en los nuevos Centros de Enseñanza, los cuales han sido transformados en estos últimos años de cara a la consecución de tal fin. Desde estas líneas y siguiendo las directrices del materialismo filosófico observamos las deficiencias y proponemos la educación que lleve a la posibilidad de juzgar moralmente:
 
1- El hecho de presentar los valores más arriba referidos como los auténticos valores éticos y las auténticas normas éticas lleva a que la minoría de ciudadanos que desatiende los «deberes éticos» aumente cada vez más, por lo que como es obvio la «salud moral» tenderá a disminuir. Esta cuestión es observable en la actualidad, dada la situación de deterioro moral de los propios Institutos de Enseñanza Secundaria españoles.
 
2- No se puede presentar como valores y como normas éticas lo que son valores de una moral particular o meras normas políticas. La moral del grupo de gobierno actual se conforma como un código moral que se adapta a sus intereses políticos y a los de la economía globalizada. Esta última es en la que se genera el mercado pletórico, un mercado en el que las ganancias de una minoría se hacen cada día mayores, y más seguras.
 
3- Se debe tener en cuenta que la política (el Derecho) coordina la ética individual con la moral de los distintos grupos –a veces en conflicto- los cuales conforman la sociedad política: grupos con intereses diferenciados, clases sociales… (La armonía social de las ensoñaciones del presidente Zapatero deriva de un idealismo filosófico pernicioso para la consecución de lo que desde nuestras filas consideramos que sería la justicia)
 
4- La dialéctica de la vida moral nos lleva a la necesidad de juzgar moralmente. Debemos llevar a cabo juicios éticos que exigen reflexión, pues se apoyan siempre en argumentos racionales. Estos argumentos son los que nos pueden alejar del pernicioso relativismo ético. Para conseguir que los educandos adquieran esta capacidad se les debe trasmitir en los colegios e institutitos una eficaz educación ética. ¿En qué debe consistir ésta? Desde Izquierda Hispánica incidimos en que la educación moral debe tener en cuenta…:
 
5- Que las normas éticas que deben conocer los ciudadanos en ciernes son las que se refieren a la preservación en el ser (la virtud –o valor, si se quiere- a tener en cuenta para este fin es la de la fortaleza) del propio cuerpo (aquí la fortaleza se debe tomar en su vertiente de firmeza) y del cuerpo de los demás (y aquí la fortaleza se debe tomar como generosidad).
 
Salud, Revolución, Hispanidad y Socialismo.