Hacia la séptima generación de izquierda

Colombia como el nuevo Afganistán

Bases yankis en Colombia

Cambian algunos actores y el territorio pero la intención sigue siendo la misma: frenar procesos de cambio político que puedan afectar el estatus quo internacional y así mismo impedir la toma de conciencia de una población flotante con respecto a su situación, dificultando el empoderamiento político que se busca mediante el intento de ruptura de los mecanismos clásicos de dominación que hasta ahora han generado una situación de dependencia estructural frente a las potencias hegemónicas (Imperio Estadounidense, Eje Franco-Alemán) que se sitúan en el centro del poder geopolítico internacional.

Las transformaciones sociales y políticas que atraviesa el continente iberoamericano suponen un problema para los Estados imperialistas universales, pero especialmente en este momento crucial en el que se atraviesa una crisis económica de escala global. En los momentos de declive económico en los cuales se necesita de una gran cantidad de capital para la recuperación, se supone una expansión transfronteriza mucho mas agresiva a diferencia de los momentos de crecimiento económico; en épocas de imperialismo colonizador (Imperialismo Depredador), cuando se avecinaban crisis o guerras, las potencias coloniales dominantes (Inglaterra, Francia, Holanda, Alemania, Bélgica, siglos XIX y principios del XX) trataban de aumentar su poder geopolítico a fin de obtener recursos de forma más barata para financiarse y, en definitiva, asegurar su eutaxia imperial en momentos de inestabilidad asegurándose igualmente la continuada extracción de recursos y moldeando los modos de dominación y opresión que caracterizaron este periodo. En un momento de descolonización los modos cambiaron pero la estructura seguiría siendo la misma. Estados Unidos se convierte en la gran potencia mundial tras la Segunda Guerra Mundial y por supuesto la forma de expandir su imperio universal es característica del mismo periodo.

Los movimientos bolivarianos revolucionarios iniciados con el chavismo en Venezuela se han expandido por algunos de los países de la zona y están llevando a cabo grandes cambios, aún hacia un camino incierto o por lo menos no del todo claro. Pero hay que tener en cuenta que lo que realmente está sucediendo (o al menos eso es lo que podría parecer a tenor de la expansión del bolivarianismo) es un cambio de peso en la balanza geopolítica iberoamericana. Las fuerzas dentro de la región cambian y aumentan de peso cada vez mas, su relevancia es notoria (en unas naciones más que en otras, como es el caso de Brasil), y en tan solo una década nos encontramos con un escenario totalmente distinto y muy evolucionado: desde la nacionalización del petróleo en Venezuela pasando por la oleada de presidentes prochavistas que pretenden liderar la transformación del continente. Ahora bien, las respuestas no se hacen esperar demasiado y la estrategia de la reacción estadounidense frente a este avance bolivariano empieza a tomar forma y color. A pesar del golpe de Estado en Honduras las dictaduras militares han dejado de ser la estrategia para combatir a la(s) «izquierda(s)» en el poder. Sin embargo, presenciamos una visión del mundo (por parte de Estados Unidos y de otras potencias, incluidas varias naciones hispánicas) muy parecida a la de la propia Guerra Fría.

El efecto dominó

Durante la existencia del bloque soviético se actuaba bajo la hipótesis del efecto dominó, el cual se basaba en la tesis de que si un país entra en un determinado bloque político imperial, fuese este el soviético o el capitalista-estadounidense, arrastraría a los de su zona al mismo cayendo como fichas de dominó puestas en fila. Ante esta teoría surge su antítesis, conocida como la «política de contención», que consiste en bloquear este expansionismo invadiendo zonas o países estratégicos dentro del área geográfica más próxima a la nación disidente, manteniendo el control de las revoluciones políticas posibles. Una muestra de ello hoy en día es Afganistán.

Si hacemos una analogía de esta teoría de guerra fría con los hechos más recientes de Iberoamérica, concretamente en Colombia, podemos afirmar que la estrategia es parecida, si no igual, y que claramente los cambios sociales de la región son considerados como una amenaza para el Imperio, principalmente para sus intereses en su llamado «patio trasero». Situémonos en la geografía de la región para el análisis. Colombia es un país bañado por el mar Pacifico y el Atlántico, hace frontera con Panamá, cuyo canal es de vital importancia para el comercio de la región, sobre todo de América del Norte. También es frontera con Venezuela, Ecuador y Perú, siendo los dos primeros países lideres de la revolución bolivariana. La importancia de Colombia no es únicamente geográfica, y es que sus relaciones comerciales con los países vecinos es estrecha. Una ruptura en las mismas no es conveniente para nadie puesto que ninguno saldría ganando en una decisión como ésa.



No es conveniente dejar de lado a los países del Caribe, ya que el control o la alianza con esta región es vital, puesto que (con)forman las rutas comerciales históricas más seguras y propias del dominio norteamericano sobre la región y que estamos seguros serán defendidas de cualquier forma; aquí encaja perfectamente el golpe de Estado en Honduras ante la tentativa de modificar la constitución por el depuesto presidente Manuel Zelaya hacia el reeleccionismo y, en congruencia, con la tendencia de algunos países como Nicaragua apoyados claramente por Hugo Chavez, de situarse bajo su hégira imperial generadora bolivariana. Se hace clara la preocupación de los gobiernos poco simpatizantes con los cambios sucedidos en la región y la estrategia afecta directamente a Colombia, puesto que se acaba de firmar un acuerdo militar entre el gobierno colombiano y el de Estados Unidos, Imperio Universal el cual tendrá derecho a usar seis bases militares colombianas además de otras unidades que sean necesarias para desarrollar operaciones en conjunto. Según el acuerdo «Colombia facilitará a Estados Unidos el acceso y utilización de tres comandos de combate, de dos bases de la Armada , del centro de instrucción y entrenamiento del ejercito en Tolemaida y de otras unidades. También se limitan a 800 el número de soldados norteamericanos que pueden acceder y usar las bases colombianas y su uso estará supeditado a las decisiones comunes que alcancen sobre el terreno los efectivos colombianos y estadounidenses».

Dichas bases están situadas por puntos estratégicos del territorio colombiano que permitirán el control de la región así como la clara advertencia de que las cosas no van a ser tan fáciles de ahora en adelante para el proyecto revolucionario bolivariano. En este momento el liderazgo de Brasil es fundamental como mediador, pues cualquier error político podría desencadenar un conflicto bélico sin precedentes en la región, convirtiendo a Colombia en el nuevo Afganistán. La toma de control de Colombia por parte de Estados Unidos y el Eje Franco-Alemán es fundamental para detener cualquier intento de emancipación regional, no solo de forma militar, sino también con el aumento de las relaciones comerciales, por ello el afán de firmar tratados de libre comercio entre Colombia, Estados Unidos y la Europa francoalemana ha ido profundizando así en la dependencia económica hacia los países del centro geopolítico mundial, evitando así que haya una integración de la economía colombiana con la región iberoamericana que le es más propia, asegurando una alianza fiel que ha ido convirtiendo a Colombia en «la oveja negra de la familia» iberoamericana, si es que ya no lo es.

Desde Izquierda Hispánica mostramos nuestra preocupación por el devenir de los acontecimientos. No se puede descartar que, como Chávez anunció en televisión, la guerra esté próxima. Pero lo que está claro es que el Imperio Realmente Existente (los Estados Unidos del Norte de América), mientras haya un eje bolivariano que ponga en cuestión su hegemonía en su «patio trasero», al mismo tiempo que ese eje bolivariano se alía con peligrosos elementos políticos como son los integrismos islámicos imperialistas iraníes (aunque los yankis se alíen con los integrismos imperialistas saudíes), la dialéctica de clases y de Estados podría alcanzar niveles de violencia insospechados. Desde nuestra visión del asunto, no podemos sino mostrar nuestro apoyo, incluso crítico, a todas las fuerzas políticas colombianas que puedan influir de alguna manera en un cambio sociopolítico en la nación que, sin abandonar la oposición al uribismo (que parece cada vez más eterno y consolidado), puedan influir en toda Iberoamérica evitando las peligrosas alianzas de Chávez y sus más directos aliados (Correa, Ortega, Morales) con la derecha absoluta islamista.

Salud, Revolución, Hispanidad y Socialismo.