Hacia la séptima generación de izquierda

Izquierda Hispánica ante la victoria bolivariana en Venezuela

 

Si bien hoy en España resulta profundamente polémico defender a Hugo Chávez Frías y su proyecto político para la nación venezolana e Iberoamérica, por múltiples razones relacionadas con el maridaje entre medios de comunicación - que, ante la opinión pública, se muestran profundamente beligerantes hacia el régimen - y diversos intereses compartidos entre los grandes conglomerados de la empresa privada española y norteamericana y la oposición venezolana por los recursos petrolíferos y otros sectores estratégicos de la economía nacional del Estado, Izquierda Hispánica se posiciona en relación de solidaridad crítica con el programa del socialismo bolivariano frente a la alianza citada. Por tanto, no podemos más que felicitarnos, aunque con cierta cautela, por la reciente victoria en las Elecciones Legislativas del 26 de septiembre de 2.010 del Partido Socialista Unido de Venezuela, especialmente teniendo en cuenta  el clima conflictivo que se vive dentro del país y en su entorno (recordemos el ejemplo de Ecuador) por las diversas consecuencias derivadas de la inestabilidad socioeconómica dentro de la actual coyuntura internacional.
 
Este contexto trata de ser explotado por conservadores, liberales y socialdemócratas – y en los resultados electorales queda reflejado su aumento de popularidad – para abrir un proceso al que llaman de “debate” o “diálogo”, como si no fueran ellos mismos quienes decidieron retirarse temporalmente de la escena política, o como si no existieran entre ellos miembros conniventes con el golpe de Estado de 2.002. Ahora bien, esta posición dialógica que trata de disfrazarse bajo la nebulosa fundamentalista del “llamado a la democracia” (más bien de determinadas libertades individuales muy relacionadas con la misma dentro de su difusa nematología), en abstracto, no deja de ser una clásica estratagema empleada durante la Guerra Fría del siglo pasado para presentar al rival como autoritario y conquistar a las bases sociales de la nación en momentos de fragilidad política y económica, aun cuando la participación por parte de la población en el momento tecnológico de la democracia haya aumentado, fruto material (y no ideal, por causa de su “libertad”) de medidas orientadas a su capacitación socioeconómica y educativa o su inclusión en las instituciones públicas.
 
Ante el intento de fundar la política del Estado en el diálogo habermasiano, del que pretendidamente surgiría el consenso racional y la paz patriótica constitucional por mor del relativismo y la “democracia”, se puede vislumbrar un deseado (por la oposición) futuro de concesiones de todo tipo que derivarán en nuevos contextos de enfrentamiento en el que una u otra posición antagónica e incompatible con su opuesta se verá reforzada en la lucha encarnizada por la destrucción de la otra. Advertimos aquí a las bases del bolivarianismo que no deben caer en tales astutas estratagemas y les recomendamos que recuerden aquello que expresaba Homero por boca de Aquiles en la Ilíada: <<Como no es posible que haya fieles alianzas entre los leones y los hombres, ni que estén de acuerdo los lobos y los corderos, sino que piensan continuamente en causarse daño unos a otros, tampoco puede haber entre nosotros ni amistad ni pactos, hasta que caiga uno de los dos>>.
 
Entrando a valorar concretamente la ideología bolivariana, entendemos la reivindicación de la figura de Bolívar, por un lado, como un llamamiento a la soberanía independiente de las patrias iberoamericanas frente a poderes imperiales externos, como actualmente es el caso de los Estados Unidos de América, si bien evidentemente la referencia histórica coetánea de Bolívar fue España, sin perjuicio de que el libertador se apoyara tácticamente sobre otras potencias similares como el Imperio británico; por otro lado, entendemos también el bolivarianismo como la única postulación contemporánea realmente existente, más interesante y mejor articulada sobre movimientos institucionales efectivos que en ocasiones anteriores, del avance hacia la estructuración de una unidad imperial de tipo generador y socialista entre los Estados de la hispanidad. Izquierda Hispánica no puede más que apoyar posiciones próximas a su ideología socialista e internacionalista hispanoamericana, emanada del materialismo filosófico de Gustavo Bueno – poniendo aquí especial énfasis en textos políticos como “El mito de la izquierda” o “España frente a Europa” -, la “Tesis de Gijón” de Ismael Carvallo Robledo y diversas herencias del jacobinismo francés, el liberalismo revolucionario hispánico y el marxismo-leninismo de inspiración soviética, respectivamente primera, segunda y quinta generación de las izquierdas definidas frente al Estado.
 
Sin embargo, observamos una serie de problemáticas en los planteamientos ideológicos y estratégicos del llamado “socialismo del siglo XXI” bolivariano que vemos necesario abordar desde una crítica constructiva acorde con nuestros fundamentos materialistas.
 
En primer lugar, centrándonos en el liderazgo de tintes personalistas de Hugo Chávez, debemos advertir que un proyecto de tal importancia necesita sobrevivir y desbordar a sus sujetos operatorios protagonistas. No queremos negar aquí los logros sociales ni lo acertado de no pocas medidas de política económica asumidas por el régimen chavista, ni mucho menos, pero sí contemplamos con preocupación algunas de las actitudes públicas de su dirigente. Desde la arbitrariedad ególatra de determinados actos (<<¡exprópiese!>>) hasta las amenazas y bravatas lanzadas a otros Estados hermanos desde su programa de televisión, pasando por un imprudente discurso radicalmente antiamericanista, con clara vocación de martirio histriónico llevado al paroxismo – ignorando que la Guerra Fría acabó y obviando los múltiples tratos comerciales que Venezuela sigue sosteniendo por el bien de su propia economía con los EEUU - que pone en riesgo tanto la supervivencia del socialismo bolivariano en Venezuela y otros Estados a los que compromete, así como de diversos proyectos institucionales iberoamericanos como UNASUR, ALBA o el SUCRE, instrumentos que bien podrían servir para la integración de sus naciones en una unidad política futura más independiente de la influencia norteamericana.
 
Aun entendiendo que, en muchas ocasiones, la legitimidad de un régimen ante su población se puede sustentar en el carisma de su líder, también es necesario entender que la desaparición del líder en tales circunstancias suele conllevar la desarticulación de toda su política aprovechando la desafección de la ciudadanía ante el nuevo régimen político, con todas las consecuencias que puede conllevar para el ortograma bolivariano. Se aconseja fortaleza, pero también sindéresis y prudencia en el discurso, mayor independencia del proyecto con respecto al carisma de sus líderes y su extensión paulatina hacia otras naciones.
 
En segundo lugar, Venezuela debe tener muy en cuenta con quién se asocia tácticamente para el buen fin de su estrategia política. Muchos opinan que las alianzas de conveniencia de esta clase no se eligen como si tratáramos con pretendidos consumidores libres que asistieran a un mercado pletórico de diplomacia y tratos bilaterales de intercambio armamentístico, tecnológico y energético, y tienen razón, mas no quita que algunas de ellas puedan resultar peligrosas en el futuro para lo que se pretende sostener. Es el ejemplo de los tratos con Irán, frente a aproximaciones más convenientes como es el caso de China, Rusia y, sobre todo, otras naciones iberoamericanas (pensemos en los recursos de México o de Brasil, por ejemplo) además de España y Portugal. Hablamos de un Estado teocrático, islámico-chií, con el que se constituye un nuevo eje en la geoestrategia energética a través de la OPEP frente a la alianza entre EEUU y el enemigo suní de Irán, la salafista Arabia Saudí. A esto se le podría sumar una hipotética, no probada, colaboración en materia nuclear. Ninguno de estos puntos tendrían por qué representar un problema, salvo por el evidente precio político a pagar que vemos cuando Hugo Chávez apoya el progreso de una facción islámica fundamentalista en el entorno de Oriente Medio, incluyendo entre sus enemigos al Estado de Israel, y facilita el camino de la religión de los musulmanes hacia Iberoamérica. Además, por mucho que se intente vender la imagen de un Irán moderno y nacional, el cargo de Líder Supremo o Jefe de Estado de los iraníes sigue (y seguirá) siendo un ayatolá votado por una Asamblea de Expertos muyahidis, con todo lo que ello implica.
 
En artículos venideros expresaremos con claridad los fundamentos de nuestra oposición al Islam, sin ánimo de despreciar sus aportaciones en el pasado remoto a la historia universal o a la de la propia España, pero vaya por delante que consideramos la herencia racionalista y universalista de las distintas izquierdas definidas como argumento suficiente para oponernos a la propagación en nuestros Estados de la religión terciaria más vocacionalmente expansionista de nuestros tiempos, amén de su natural integrismo (el sujeto y la interpretación racional cuentan poco frente a un Alá lejano e impasible, a diferencia del cristianismo católico y su hombre-Dios trinitario), su oposición al Estado laico libre de la “sharia” o expresiones particularistas de su cultura confesional, machista y homófoba que deseamos se alejen lo más posible de arruinar la convivencia ciudadana en futuros Estados socialistas iberoamericanos. Un Estado laico que se precie debe alejar las religiones de las leyes y las instituciones de la administración, combatir a los ultramontanos, pero no debe caer en una pánfila neutralidad que permita la penetración de metafísicas oscurantistas que perjudiquen su desarrollo y buen orden político, olvidando además nuestra importante base sociológica católica, piedra angular de la cohesión moral y social de toda Iberoamérica junto al idioma español.
 
En último lugar, pero no menos importante, debemos hablar de etnias particularistas y autonomías. Durante el transcurso de los últimos años, Venezuela se ha encontrado con un problema que conocemos bien en España. Su organización territorial en estados federados ha hecho fuerte políticamente, como suele ser habitual en estos casos, a una de sus partes más privilegiadas económicamente – Zulia – que, consolidando su pretendidamente propia capa basal, ahora apunta hacia la secesión y el chantaje al Estado al que propiamente dio nombre: pequeña Venecia o Venezuela llamaron los españoles al territorio en torno a Maracaibo y su lago, actualmente en el citado estado de Zulia. Es de notar que este conflicto se ha manifestado y crecido llamativamente bajo el gobierno del PSUV. Siguiendo las lecciones históricas del desmantelamiento de la antigua Yugoslavia socialista y de la actual Serbia, quizás sea necesario empezar a investigar quién asiste financiera y logísticamente a esta clase de grupos.
 
Así mismo, observamos críticamente una preocupante tendencia en distintos países iberoamericanos, incluyendo a Venezuela, de fortalecer a los movimientos políticos indigenistas, rechazando precisamente la base común de toda Iberoamérica: la herencia filosófica, política, cultural y religiosa del Imperio. Español Os sugerimos, venezolanos, ecuatorianos y bolivianos, que leáis nuestro artículo sobre el indigenismo para despejar todo tipo de recelos que pueda generar este discurso. A modo de breve resumen, entendemos el indigenismo como una ideología profundamente romántica que tomó impulso como reacción en Iberoamérica frente a los Estados nacionales burgueses recién nacidos, que tanto marginaron en el proceso histórico de sus sociedades a los colectivos de etnia precolombina. Ha sido una tendencia propagada, por cierto, con especial intensidad desde el ámbito académico anglosajón, al igual que la Leyenda Negra antiespañola. Muestra fundamentos profundamente idealistas y reaccionarios que oponer al racionalismo materialista; puede destruir potencialmente la cohesión de Iberoamérica en torno a lo que tienen en común sus naciones e incluso derivar a nivel estatal, encontrando focos regionales donde inocular su veneno, en procesos secesionistas similares al de Zulia; no es socialista en tanto acostumbra a convertir los conflictos socioeconómicos en raciales y espirituales, asienta los derechos ciudadanos y el derecho sobre la tierra sobre consideraciones particularistas y, además, pretende restablecer las antiguas relaciones de producción y de propiedad, cuando no resucitar concepciones jurídicas tribales que nos alarman profundamente. Se trata, en contra de lo que muchos creen, de un enemigo político (no racial, no étnico), de una derecha extravagante.
 
Izquierda Hispánica aboga, bajo la tradición jacobina y liberal, por considerar a todos los ciudadanos de un Estado - preferiblemente unitario - como miembros de pleno derecho y deber dentro del mismo (la Nación Política), y defenderá conforme a los ideales de su socialismo específico su inclusión política y capacitación socioeconómica dentro de la sociedad específica de análisis, independientemente de su particular etnia o, en todo caso, atendiendo las necesidades de los ciudadanos más desfavorecidos con prioridad. No somos ajenos a los pesares de los indígenas y apoyamos toda iniciativa que busque integrarlos en la vida de la nación, así como mejorar sus condiciones de vida, pero estamos en contra de avivar las posiciones políticas indigenistas (integrar no es agregar). Consideramos además que una de las fundamentales armas de fragmentación de la Hispanidad (fácilmente explotables desde el exterior) es precisamente la tendencia particularista antes señalada y tan acentuada en el último siglo XX, unida a un antiespañolismo severo –propio de Leyenda Negra - que desprecia las múltiples aportaciones del imperialismo generador hispánico a la configuración de los actuales Estados nacionales iberoamericanos. Por otra parte, no son pocos los españoles y portugueses que miran de nuevo con simpatía hacia el otro lado del Atlántico, muchos de ellos decepcionados o escépticos de inicio con la marcha del nido de tiburones que es la Unión Europea y con su vinculación al imperialismo norteamericano. Quizás con el tiempo lleguen muchos más a desear ser menos “godos” y más hispanos; quizás aspiren a conformar frente a sus enemigos una nueva y potente plataforma política internacional socialista con sus hermanos americanos. ¿Estarían dispuestos en Venezuela y otras naciones iberoamericanas a asumir este reto?
 
 

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